martes, 20 de marzo de 2012

Un cuento del futuro

 
EL HOMBRE DEL BICENTENARIO (fragmento)

Las tres leyes de la robótica:
  1. Un robot no debe causar daño a un ser humano ni, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño alguno.
  2. Un robot debe obedecer las órdenes impartidas por los seres humanos, excepto cuando dichas órdenes estén reñidas con la Primera Ley
  3. Un robot debe proteger su propia existencia, mientras dicha protección no esté reñida ni con la Primera ni con la Segunda Ley.
– Gracias – dijo Andrew Martín, aceptando el asiento que le ofrecían. Su semblante no delataba a una persona acorralada, pero eso era.

En realidad su semblante no delataba nada, pues no dejaba ver otra expresión que la tristeza de los ojos. Tenia el cabello lacio, castaño claro y fino, y no había vello en su rostro. Parecía recién afeitado. Vestía anticuadas, pero pulcras ropas de color rojo aterciopelado.

Al otro lado del escritorio estaba el cirujano, y la placa del escritorio incluía una serie identificatoria de letras y números, pero Andrew no se molestó en leerla. Bastaría con llamarle "doctor".

– ¿Cuándo se puede realizar la operación, doctor? – preguntó.

El cirujano murmuró, con esa inalienable nota de respeto que un robot siempre usaba ante un ser humano:

– No estoy seguro de entender cómo o en quién debe realizarse esa operación, señor.

El rostro del cirujano habría revelado cierta respetuosa intransigencia si tal expresión –o cualquier otra– hubiese sido posible en el acero inoxidable con un ligero tono de bronce.

Andrew Martin estudió la mano derecha del robot, la mano quirúrgica, que descansaba en el escritorio. Los largos dedos estaban artísticamente modelados en curvas metálicas tan gráciles y apropiadas que era fácil imaginarlos empuñando un bisturí que momentáneamente se transformaría en parte de los propios dedos.

En su trabajo no habría vacilaciones, tropiezos, temblores ni errores. Eso iba unido a la especialización tan deseada por la humanidad, que pocos robots poseían ya un cerebro independiente. Claro que un cirujano necesita cerebro, pero éste estaba tan limitado en su capacidad que no reconocía a Andrew. Tal vez nunca le hubiera oído nombrar.

– ¿Alguna vez ha pensado que le gustaría ser un hombre? –le pregunto Andrew.

El cirujano dudó un momento, como si la pregunta no encajara en sus sentidos.

–Pero yo soy un robot, señor.

–¿No sería preferible ser un hombre?

–Seria preferible ser mejor cirujano. No podría serlo si fuera hombre, solo si fuese un robot más avanzado. Me gustaría ser un robot más avanzado.

–¿No le ofende que yo pueda darle órdenes, que yo pueda hacerle poner de pie, sentarse, moverse a derecha e izquierda, con solo decirlo?

–Es mi placer agradarle. Si sus órdenes interfiriesen en mi funcionamiento respecto de usted o de cualquier otro ser humano, no le obedecería. La Primera Ley, concerniente a mi deber para con la seguridad humana, tendría prioridad sobre la Segunda Ley, la referente a la obediencia. De no ser así, la obediencia es un placer para mí… Pero ¿a quién debo operar?

–A mí.

–Imposible. Es una operación evidentemente dañina.

–Eso no importa –dijo Andrew con calma.

–No debo infligir daño –objeto el cirujano.

–A un ser humano no, pero yo también soy un robot.

[El hombre del bicentenario, Isaac Asimov, Ediciones B, Madrid, 1994]



Este cuento, que solo se reprodujo el primer capítulo, tiene una historia: “En 1976 con motivo de la celebración de la independencia del segundo centenario de los Estados Unidos, se encargó a varios autores que escribieran algún relato corto con el tema The Bicentennial Man, el cual podía desarrollarse libremente. Lo interesante es que en inglés esta expresión puede interpretarse como “el hombre del bicentenario” (haría referencia a la vida de la gente 200 años después de la declaración de la independencia) o como “El hombre bicentenario” (un hombre que llega a vivir doscientos años). Jugando con esta ambigüedad, Asimov, que fue uno de los autores que recibió aquel encargue, renunció a hacer un ensayo sociológico y, argumentando que un hombre no podría vivir tanto tiempo, escribió un relato corto acerca de un robot que poco a poco va asimilando el mundo de los seres humanos hasta el punto de desear ser reconocido como uno de ellos, lo cual lo lleva a luchar por obtener su humanidad de manera legítima”.

Esto también dio lugar a un libro, escrito con posteridad, y a dos películas ue fueron difundidas con mucho éxito.

[Tomado de: http://es.wikipedia.org/wiki/El_hombre_bicentenario]

lunes, 19 de marzo de 2012

Alfabetización Informática Computacional

Las nuevas tecnologías informáticas han revolucionado la forma y el contenido de la educación, el mundo del trabajo, las maneras de comunicarnos, y los medios de acceder a la información. Transitamos una época caracterizada por la utilización masiva de computadoras personales, ya sean de escritorio, notebooks, o netbooks. No podemos estar ajenos a este cambio, y asi como en otro momento fue necesario aprender a leer y escribir, debemos encarar aprendizajes nuevos manipulando estos aparatos. Pero no basta con saber usarlos, también hay que entender el futuro de estas tecnologías, así como su origen, su lógica y lo que nos proponen. Las computadoras han llegado para quedarse y serán nuestras compañeras de ruta.
Analizaremos la relación entre ciencia y tecnología mientras procuramos entender cómo funciona un sistema informátic, de qué forma se manejan los datos para transformarse en información, cómo es la parte física y la parte lógica de una computadora, qué programas las manejan y cuáles usamos nosotros -el uso básico de las herramientas más comunes-. Esto nos permitirá adentrarnos en un mundo de construcciones casi infinitas, con un horizonte que cada vez es más amplio.

¿Cómo llegó la tecnología digital a cambiar la vida de las personas?